Microrrelato
Lo veía venir desde su posición, sin poder hacer nada. Impactaban como granizo en su nuca, al ritmo que dos silenciosas guadañas giraban sistemáticamente sobre su antebrazo. Retumbaba en su interior por lo que fue, y en su exterior por lo que es, temblando por el miedo de ver cumplida su incesante amenaza. Aunque se planteara luchar, era en vano, porque no tenía cómo. Fue entonces cuando se acordó que, ignorante, hubo momentos en los que pudo frenarlo, y no quiso, le dio alas, maldita sea. Otra vez lo haré mejor, intentaba consolarse, mientras se entristecía al pensar que esta era su última oportunidad.